top of page

Libro de el Profeta Amos 

I. Bosquejo

En general el texto hebreo de las profecías de Amós se ha conservado bien. Además, el orden progresivo de sus escritos hace posible dividir el libro en secciones que no resultan artificiales. Se divide en cuatro partes.

 

a. 1.1–2.16. Luego de una introducción sencilla (1.1s), en la que Amós dice quién es, cuándo profetizó, y el origen de su autoridad para predicar, anuncia juicio sobre los pueblos vecinos (1.3–2.3), sobre su Judá nativa, y sobre Samaria (2.4–16). El juicio cae sobre las naciones gentiles por ofensas contra la humanidad, por violaciones de esas normas dictadas por la conciencia que hacen que los hombres sean seres humanos; Judá e Israel son juzgadas por dar las espaldas a la revelación divina (2.4, 11–12), con el consiguiente colapso moral y social.

 

b. 3.1–6.14. La serie de discursos en esta sección se presenta con una fórmula claramente definida en cada caso (3.1; 4.1; 5.1; 6.1). Aquí se pone el acento en los privilegios de Samaria, pero la pecaminosidad de la nación ha transformado el privilegio en la base sobre la cual se apoya Amós para elaborar su doctrina del juicio. El privilegio envuelve al pueblo de Dios en el castigo, y de allí la insistencia de Amós en que la posición no salva (3.1–2) y que el “día de Yahvéh” traerá tinieblas y no la luz que tan confiadamente esperaban (5.16–20).

 

c. 7.1–9.10. Una serie de cinco visiones de juicio, en cada una de las cuales el juicio se da a conocer bajo un símbolo: langostas (7.1–3), fuego (7.4–6), una plomada (7.7–9), fruta de verano (8.1–14), y la destrucción de un santuario (9.1–10). En 7.10–17 Amós muestra las credenciales que lo acreditan para dirigirse al pueblo de Dios de este modo.

 

d. 9.11–15. Un epílogo que describe la restauración del reino davídico.

 

Nada se sabe acerca del profeta Amós aparte de sus escritos. Era originario de Tecoa, situada unos 16 kilómetros al sur de Jerusalén. Las tierras de los alrededores proporcionaban pastos para el ganado, cuyo cuidado formaba parte del llamado de Amós.

II. Paternidad literaria y fecha

Además, recogía higos (* Árboles, Sicómoro; 7.14). La significación de dicha información es que Amós no tenía un trasfondo de actividad profética: hasta entonces no se consideraba profeta, ni había sido educado en las escuelas proféticas (7.14s). Sabemos por 1.1 que vivió durante los reinados de Uzías, rey de Judá (779–740 a.C.) y Jeroboam II, rey de Samaria (783–743 a.C.). Uzías y Jeroboam II reinaron al mismo tiempo durante 36 años (779–743). No se sabe la fecha del terremoto (1.1) y tenemos que limitarnos a ubicar el ministerio de Amós sobre la base de indicaciones generales. El nivel de prosperidad y seguridad que parece haber disfrutado Israel indicaría una fecha posiblemente alrededor de la mitad del reinado de Jeroboam II aproximadamente, alrededor de 760 a.C.a.C. antes de Cristo

III. Circunstancias

 

El ministerio y el mensaje de los profetas hebreos estaban íntimamente entrelazados con las condiciones en que vivía el pueblo al cual estaba dirigida su prédica, y en esto el libro de Amós no constituye ninguna excepción.

 

a. Condiciones políticas y sociales. Más de 40 años antes del ministerio de Amós, Asiria había aplastado a Siria, la vecina de Samaria en su frontera N. Esto permitió a Jeroboam II extender sus fronteras (2 R. 14.25), y crear un comercio lucrativo que dio lugar a una poderosa clase mercantil en Samaria. Lamentablemente la riqueza de que gozó Samaria no estaba bien distribuida entre el pueblo. Permaneció en poder de los príncipes mercaderes, que destinaban sus nuevas riquezas a mejorar su propio nivel de vida (3.10, 12, 15; 6.4), y descuidaron completamente la clase campesina, que hasta entonces había constituido la columna vertebral de la economía de Samaria. Los síntomas inequívocos de una sociedad moralmente enferma pronto comenzaron a evidenciarse. En la época de Amós la opresión de los pobres por los ricos era común (2.6s), como también una cruel indiferencia entre los pudientes para con la aflicción de los hambrientos (6.3–6). La justicia estaba del lado del mejor postor (2.6; 8.6). En épocas de sequía (4.7–9) los pobres sólo podían recurrir al prestamista (5.11s; 8.4–6), ante quien con frecuencia tenían que hipotecar su tierra y hasta su propia persona.

 

b. El estado de la religión. Naturalmente, las condiciones sociales en Samaria afectaron las costumbres religiosas. En lugar de abandonar la religión, la estaban pervirtiendo. En los santuarios religiosos nacionales (5.5) se mantenía el ritual (4.4s), pero este iba de la mano con la infidelidad y la inmoralidad. Lejos de agradar a Yahvéh, incitaba el juicio divino (3.14; 7.9; 9.1–4); en lugar de eliminar las transgresiones las aumentaba (4.4). En los santuarios nacionales no se podía encontrar a Dios (5.4s), por cuanto no podía él aceptar el culto que se practicaba allí (5.21–23); el verdadero interés del pueblo estaba en otros dioses (8.14). Además, este rico ceremonial y los sacrificios costosos se ofrecían a expensas de los pobres (2.8; 5.11).

IV. Amós y el sistema de sacrificios

 

 

Amós tenía pleno conocimiento de las tradiciones de su propio país, tanto históricas (2.9; 3.1, 13; 4.11; 5.6, 25; 7.16), como religiosas (4.4; 5.22; 8.5), y legales (2.8,), compárese Ex. 22.26; Am. 8.5,), compárese Lv. 19.35; Am. 2.4,), compárese Dt. 17.19). Esto ayuda a proporcionar un fondo para el entendimiento de su actitud aparentemente hostil para con la religión que veía alrededor de sí, y particularmente de lo que a menudo se considera su rechazo de todo el sistema de sacrificios por su falta de autorización divina (5.25). Juntamente con otros versículos ocasionales en los profetas preexílicos, compárese Is. 1.10–15; Jer. 7.21; Os. 6.6; Mi. 6.7) tenemos aquí, sin embargo, no una condenación del régimen de sacrificios como tal, sino de la forma en que se lo estaba corrompiendo en esos tiempos (Profecía). Toda vez que se leyese el Pentateuco los oyentes de la época de Amós seguramente eran instruidos en las tradiciones patriarcales y mosaicas en el sentido de que el sacrificio había constituido siempre parte de la religión del pueblo de Dios, y que él lo había aceptado al darle su aprobación. Teniendo en cuenta, entonces, que en 5.25 Amós no hace una aseveración sino que hace una pregunta retórica, sólo hay una respuesta posible: una respuesta afirmativa inmediata. El equilibrio del hebreo sugiere, sin embargo, que Amós no dirigía su pregunta contra la institución del sacrificio sino contra el lugar preponderante que se le estaba dando: “¿Me ofrecisteis sacrificios y ofrendas…?” La deducción (“¿Era acaso la totalidad de vuestra religión entonces, como lo es hoy?”) encuadra en el contexto en Amós. Los versículos 22–23 y el versículo 24 ofrecen una opción en apariencia únicamente (se trata de un modo bíblico frecuente de recalcar la debida prioridad en las cosas, por ej. Pr. 8.10a, 10b; Lc. 14.26); en el fondo constituyen un llamado a la restauración de un verdadero equilibrio en el que, como en la norma mosaica, los sacrificios actúen como la provisión divina para las caídas de un pueblo comprometido a una vida de obediencia ética a la ley de Dios.

V. El mensaje del profeta

 

a. El concepto que Amós tenía de Dios es fundamental para entender su mensaje a Samaria. El Señor es el creador del mundo (4.13), pero sigue estando activamente presente como su Sustentador. Es él quien hace que se sucedan el día y la noche, y el que controla las olas del mar (5.8; 9.6). Él resuelve si ha de prevalecer el hambre (4.6–11) o la abundancia (9.13). A la luz de este conocimiento del Dios de la creación no es necesario rechazar como inserciones posteriores 4.13; 5.8–9; 9.5–6. No son teológicamente prematuros, como solía afirmarse, ni están desubicados contextualmente; cada uno de ellos relaciona la declaración de juicio precedente a una clara comprensión de la naturaleza y la capacidad divinas. El Señor controla también los destinos de las naciones. Refrena tal nación (1.5), levanta tal otra (6.14), rebaja la de más allá (2.9). También

controla la distribución de las mismas (9.7). Es por lo tanto el Juez de ellas (1.3–2.3) cuando transgreden sus leyes morales.

 

b. Naturalmente que el mensaje de Amós evidencia un interés particular en Israel. En un sentido muy especial era la voluntad de Yahvéh elegirla para entrar en una relación pactual consigo (3.2). A través de sus siervos le ha hecho conocer su voluntad (2.11; 3.7). Pero estos elevados privilegios comprometen a Israel con grandes responsabilidades; y el no hacerlo significaría para su pueblo un juicio mucho más severo que el que se habría de desatar sobre las naciones paganas. Si Israel quebrantaba las leyes de Yahvéh (2.4) no podía esperar otra cosa que el juicio (4.12).

 

c. A Amós le preocupaba también proclamar el concepto de que una ley que se quebranta por iniquidad no podía remediarse con ritos, festivales, u ofrendas únciamente. A la verdad, Yahvéh ya estaba en pie al lado del altar listo para destruirlo (9.1–4). El ritual más complejo le resultaba abominación cuando era ofrecido por un pueblo que no tenía la menor intención de ponerse a la altura de las normas éticas que establecían sus santas leyes. Una religión de este tipo, centrada en el ceremonial y el ritual, estaba divorciada de la moral, y esto no podía menos que ser detestado por Yahvéh (5.21s).

 

d. Lo que antecede significa que la preocupación principal de Amós consistía en exigir justicia, en el nombre del Señor, de parte del pueblo del Señor (5.24). La justicia era para Amós el atributo moral más importante de la naturaleza divina. Todo ultraje de la ley moral, ya sea que fuera perpetrado por las naciones paganas (1.3–2.3) o por Israel (2.4–16), era un ultraje a la naturaleza de Dios y constituía, por consiguiente, una provocación a la justicia divina. Si Yahvéh es justo, luego la injusticia, la deshonestidad, la inmoralidad, no pueden ser toleradas por él, y deben recibir una severa retribución de su parte.

 

e. Pero el juicio no constituía la última palabra de Amós para Samaria (5.4). En efecto, cierra con una promesa de que habría un día promisorio para ella (9.11–15). La tendencia actual a rechazar estos versículos como si no pertenecieran a Amós debe resistirse. No está fuera de lugar que un judaíta afirme la esperanza davídica, ni es impropio que Amós (a pesar del lugar que le dio al juicio) coronase la afirmación negativa de pérdida final (7.1–6) con una equivalente de gloria final.

Te invitamos a publicar un tema en nuestra pagina web, solo tienes que mandar tu publicación a la pagina H2o en facebook, lo publicaremos en la sección Comunidad H2o con las imágenes que nos mandes y con el enlace de tu cuenta en facebook.

bottom of page